sábado, 20 de agosto de 2011

Siria Capital Madrid.

Ayer pudimos ver en televisión, casi sin solución de continuidad, imágenes del brutal comportamiento de los soldados sirios con los disidentes detenidos (patadas, pisotones, puñetazos…) e imágenes del chulesco y no menos brutal, arbitrario e indiscriminado comportamiento de la policía nacional en Madrid. La única diferencia era que los ciudadanos sirios estaban atados, con los ojos vendados y metidos en un camión (con lo que su destino me temo que va a ser más que complicado).

Para empezar, me resulta increíble el hostil tratamiento que ha recibido la marcha laica frente a la entrega de la ciudad a los representantes de las sectas católicas ultraconservadoras, con total desprecio a nosotros, los ciudadanos que pagamos los impuestos que luego utilizan como quieren.

Parece que esos muchachitos pueden hacer lo que les dé la gana, ahora hasta colarse en el metro. Sin embargo, quienes reclaman el cumplimiento de la Constitución son reprimidos a palos por quienes están obligados a defender los derechos de todos los ciudadanos. Porque si nosotros que no somos partidarios defendemos el derecho de los católicos, de los islamistas, de los judíos… a practicar, incluso en público, sus religiones, exigimos el respeto a nuestra ideología laica y el derecho constitucional a expresarla también en público.

Como decía, los policías sirios, perdón, españoles, han tenido un comportamiento en algunos casos criminal. Lo hemos visto todos: agresiones injustificadas, palizas a fotógrafos, porrazos a muchachas que pasaban por ahí, el bofetón del chulo con porra a una mujer (esperemos que este cobarde no se lleve “trabajo” a casa), y demás reminiscencias a grises franquistas. Esto es intolerable y el responsable, al tiempo que es procesado si procede, tiene que ser despedido. Primero el policía responsable y después quien le manda.

La Subdelegada del Gobierno en Madrid, que no sé cómo se llama ni me importa, tiene que, o bien marcharse a casa, o bien entrar a saco en los responsables directos de los abusos policiales. Y si esa señora se limitaba a cumplir las órdenes del Ministerio del Interior, entonces tiene que marcharse quien las dio. Y si se llega al Ministro, pues se llega.

Bastante nos cuesta explicar las medidas económicas regresivas del gobierno progresista para ahora tener que lidiar también con la brutalidad policial y el cercenamiento de la libertad de expresión de los ciudadanos. ¿Qué nos va a quedar como seña de identidad, ZP?