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Perdona, ¿te conozco? |
Como estaba cantado, el Tribunal
de Justicia de la Unión Europea ha sentenciado que la Ley Hipotecaria española
no garantiza los derechos de los consumidores y es manifiestamente contraria al
Derecho Comunitario.
Ha hecho falta que sea un
tribunal “foráneo” el que haya proscrito por fin la renombrada estafa hipotecaria en España.
Ahora el Gobierno, que siempre se ha negado a modificar una coma de la ley defendiendo
con uñas y dientes a los bancos frente a los ciudadanos a quienes dice
representar (y que increíblemente le han aupado al poder), correrá para “adaptar”
la norma española a la interpretación más estricta posible de la sentencia,
mirando con lupa cada punto y cada coma para no ir ni un milímetro más lejos de
lo que la sentencia impone. Ganará así tiempo hasta que otro gobierno de signo
distinto solucione el tema como es debido, o hasta que otra sentencia vuelva a
obligar a una nueva revisión.
Esta vez la Unión Europea nos ha
servido para algo. Pero al hilo de esto hay un tema colateral que merece
estudio: la Comisión Europea, ese directorio de sátrapas, que no representan a
nadie y que se ciscan literalmente en los ciudadanos europeos desde sus poltronas,
sueldos millonarios, trapicheos y privilegios de todo tipo y condición, ha
incumplido de manera flagrante con su misión de “Guardián de los Tratados”. Y
no en un asunto menor e ignoto: el drama de las hipotecas y desahucios en
España ha sido portada de los periódicos de medio mundo desde hace algunos años
ya.
Pero claro, es algo que afecta a
los pobres, y para ellos no está hecha esta Unión Europea de mercaderes,
banqueros, estraperlistas, especuladores y presidentas de Alemania.
No quiero terminar este post sin citar a "nuestro" comisario Joaquín Almunia, perfecto prototipo de miembro de esa casta extractiva que se ha adueñado de la democracia española, quien en una
época nos engañó diciéndose sindicalista primero y socialista después (¿tendrá
aún carnet del PSOE?), y que ha terminado siendo un adalid de los
recortes y de la opresión económica y social sobre los más necesitados. ¿Tú
tampoco sabías nada? ¿No se te había ocurrido pensar que quizás fuera más importante
actuar contra el injusto sistema hipotecario español que despotricar contra el raquítico sistema
de pensiones? ¿O es que estabas preparando tu salida de la Comisión para aterrizar en el consejo de administración de algún banco? ¡Cómo se puede ser tan traidor a unos principios para cuya
defensa se te ha encomendado!
Pues eso, que el drama de las
hipotecas está directamente relacionado con el hijoputismo que desde tantos
ámbitos nos gobierna.