jueves, 17 de marzo de 2011

La manzana envenenada (o ladrones sin fronteras).

El primer ordenador que me compré fue un Mac. Durante los meses siguientes pude comprobar cómo el sistema operativo cambiaba con la rapidez del rayo y, prácticamente cada año, había que comprar uno nuevo, todos con nombres de felinos (seguramente porque siempre se quedan con algo entre las uñas). Se me colgaba igual o más que un PC, los programas que más utilizaba (ideados para Windows) estaban en un versión superada hacía años en ese entorno, se me rompió la placa base del ordenador a las primeras de cambio, había programas (incluso de Apple) que iban más lentos que en un PC… En fin, que desde esa mala experiencia siempre me he posicionado, como el niño del cuento de “el traje nuevo del emperador”, en contra de las manzanitas, especialmente si vienen ya mordidas de fábrica.

Ahora, El País publica una noticia en la que desvela que Apple factura todas las compras que se realizan en España de sus “magníficos” gadgets (como el tablet sin puerto USB, el teléfono que se queda sin cobertura si te lo pegas “demasiado” a la oreja…) en ese paraíso fiscal arruinado que es Irlanda, con lo cual, de los más de 100 millones de euros que tendría que cotizar en España por sus 1.400 millones en ventas y 400 millones de beneficios, apenas deja aquí dos.

Por supuesto que los adalides del liberalismo radical (los gilipollas de toda la vida, para entendernos) aplauden la estrategia de Apple, pero cualquier persona de bien, se da cuenta de que esto es un fraude de ley de libro y no debería permitirlo ningún gobierno de un país no bananero, como nos gusta pensar que es España. Apple se está lucrando con el mercado español y, sin embargo, no deja aquí ni un dos por ciento de lo que debería. Una empresa española que quisiera competir con Apple, de entrada partiría con una desventaja económica e impositiva considerable. ¿Es esto libre competencia?

En un momento en que se han hecho recortes sociales considerables para sanear las cuentas públicas de España, son inadmisibles ejercicios de ingeniería fiscal (otros dirían de fraude fiscal) como éste, que seguro que no es el único.

Esto sí que es un escándalo.

lunes, 7 de marzo de 2011

Infantiles.

El gobierno ha puesto encima de la mesa una serie de medidas de urgencia para controlar el gasto energético, y la que ha provocado más enfado y debate es la de rebajar el límite de velocidad en autovías a 110 km/h.
La acritud que ha despertado tal medida entre los comentaristas políticos, ha hecho que se vierta más tinta sobre esta cuestión que sobre el problema de fondo que lo provoca o, al menos, que lo acentúa, la guerra civil en Libia.
Una medida tan insignificante, que apenas afecta a nadie de manera grave y continuada, se convierte en titular de periódicos, radios y televisiones y, por ello, se traslada a la ciudadanía como un enorme problema que se cierne sobre sus cabezas de manera más terrible que el paro o la pérdida de derechos laborales.
A mí me parece que lo único que se puede decir es que vivimos en un país de infantiles, de niñatos malcriados que se enfadan cuando papá les quita el coche el fin de semana o cuando no les permite llegar a casa después de las 12. Yo todavía no he salido a la carretera desde la aprobación de la medida, y cuando lo haga, en recorrer los 500 km que separan mi casa de mi principal destino fuera de ella, tardaré apenas 20 minutos más que antes sobre un total de unas 5 horas de viaje (porque no todo el trayecto se hace por autovía). ¿Y esto es para tanto? ¿No es más importante la justificación del presunto déficit tarifario de unas compañías eléctricas que pagan sueldos millonarios a sus directivos y reparten jugosos dividendos entre sus accionistas? Pues eso, ¡INFANTILES!