Cada vez que sale a colación el antiguo Sáhara español, vemos cómo, en la mejor tradición de la autoflagelación patria, salen a la palestra políticos, periodistas, artistas, y todos los demás que no lo son, señalando la responsabilidad de España (o del Estado español, como les gusta de decir a algunos) en la situación de los saharauis. Bueno, pues ya está bien. El Sáhara Occidental está como está porque en un momento de la historia confluyeron varios factores. A saber: los saharauis no querían ser españoles (y mataron a unos cuantos para demostrarlo); los Estados Unidos no querían que el Sáhara de los fosfatos y el presunto petróleo fuera un país independiente en la órbita de Argelia y bajo la influencia de la URSS; Marruecos quería el Sáhara para sí (EE.UU. se lo ponía en bandeja y no iba a rechazarlo); y a la España de Franco, que no era la mía, le importaba un bledo cualquier cosa que no fuera mantener a un casi fiambre Caudillo en el poder y con él, a todos los que se habían aprovechado de la dictadura fascista que gobernó este país durante los 40 años de paz que tanto les gustaba pregonar.
Así pues, no acepto que se me haga responsable de un momento histórico en el que ninguna participación tuvo el pueblo español. Yo, y conmigo todos los demás ciudadanos de una España dominada por un gobierno impuesto, soy tan responsable de la situación de los saharauis como de las muertes ocurridas durante la construcción del Valle de los Caídos (vgr.). Así que basta ya de señalar desde dentro de nuestras propias fronteras como responsables a unos ciudadanos y un país que son, además, los que más contribuyen del mundo a aliviar en lo posible la terrible situación del pueblo saharaui. Y basta ya también de que los propios activistas saharauis pongan a España en una situación de conflicto internacional cada vez que haya lugar a ello (y me refiero a la poco razonable actitud que en su día tuvo Aminatu Haidar para con España), como si el tema del Sahara Occidental fuera un asunto español. Lo ha dicho muy bien la ministra Trinidad Jiménez: no es un tema bilateral España-Marruecos. Es un asunto de la ONU y de la comunidad internacional. Una comunidad internacional, en especial la europea, que mira para otro lado cada vez que Marruecos comete cualquiera de las tropelías a las que nos tiene acostumbrados, sea con los saharauis, sea con los emigrantes africanos que intentan el salto a Europa. Una Europa que, por otro lado, está encantada de tener por un precio razonable a un sátrapa en el norte de África encargado de limpiarle el patio trasero. Y, claro, Marruecos saca partido de ello pisoteando los derechos humanos de quienes se le pongan por delante. Y puede hacerlo porque, no olvidemos, que, parafraseando a Kissinger, el sátrapa de Marruecos es un hijo de puta, sí, pero es “nuestro” hijo de puta.
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