Miradas cómplices entre los pretendidos contendientes. |
Mas apurado por la jaula de grillos que era el PSM (cuyo máximo exponente fue el tamayazo) que por las reiteradas derrotas del PSOE en las elecciones a la Comunidad de Madrid y al Ayuntamiento de la capital, ZP encumbró a la Secretaría General del partido en Madrid a Tomás Gómez. Seguro que veía en él un reflejo de su propia personalidad y del empuje que le había llevado a él mismo unos años antes a la máxima responsabilidad nacional en el partido y en el gobierno de la nación.
El trabajo de Tomás en el PSM, pacificando lo que era un campo de batalla entre banderías varias y dando respuesta puntual a los desvaríos de algún caradura con carné, no se puede negar que ha sido excelente. No se puede negar y nadie lo niega. ZP tampoco.
No obstante, veía Zapatero que, de puertas del partido hacia fuera, el nombre de Tomás Gómez era poco conocido por el ciudadano de a pie. Ya se encargaban los medios madrileños (todos ellos forofos de la Espe) de ningunear al líder socialista, eclipsado siempre por la radiante luminosidad de la “lideresa”.
Algo había que hacer para revertir esta situación, para conseguir que los medios, incluso los ultraaguirristas, no pudieran evitar hablar de Tomás Gómez, quien tenía que ser noticia cada día. Y habida cuenta de los tiempos de crisis que vivimos, un dispendio extraordinario en una campaña de marketing que hiciera a Tomás tan popular como la cocacola, quedaba descartado. Había que encontrar un sistema barato y efectivo.
La solución estaba en los propios estatutos del partido: las elecciones primarias (nada gusta más al español medio que ver a dos tipos tirándose los trastos a la cabeza). Se trataba de provocar una confrontación electoral previa a las elecciones autonómicas de 2011 para así poner el foco en el candidato socialista. El problema era que, habida cuenta del apacible estado del PSM, no parecía que fuera a surgir de manera espontánea entre los afiliados alguien con ganas de disputarle el puesto a su secretario general. Por otro lado, la aparición en escena de un desconocido segundón hubiera sido una excusa perfecta para que los medios del régimen aguirrista se lanzaran contra Tomás Gómez, desprestigiándole en su condición de perverso sátrapa candidato del aparato frente al Robin Hood de las bases descontentas y oprimidas. Y ya sabemos lo que nos gusta apoyar a David en su eterna lucha contra Goliat.
Así pues, se pergeñó la jugada maestra: el candidato rival tenía que provenir de una instancia superior a la del propio PSM y, además, ser de una relevancia pública tal que el pobre Tomás Gómez apareciera frente a él como un mindundi. Al final él fue ella, y Zapatero, desde su omnímoda posición de Presidente del Gobierno de España y de Secretario General del Partido Socialista Obrero Español, señaló nada menos que a Trinidad Jiménez, la ministra estrella de su gabinete, la líder socialista más mediática y telegénica, como su apuesta para recobrar la Comunidad de Madrid.
Simplemente genial. Tal y como se había planeado, los medios (aguirristas o no) han otorgado a Tomás Gómez el papel de David frente a la Trini Goliat, que aparece siempre apoyada por todos los pesos pesados del partido. Gracias a esta inteligente estrategia, tras las primarias, que yo creo que ganará Tomás, éste saldrá con una imagen impecable y con media campaña electoral hecha.
Yo no sé si esto ha sido así. Seguramente no; pero convendrán ustedes conmigo en que, de esta manera, todo tiene sentido.
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