Creo necesario empezar con una declaración de principios: no soy sindicalista, nunca lo he sido y no creo que mi individualismo visceral me permita serlo en el futuro. Pero mañana voy a hacer huelga. Y las razones son, esquemáticamente, las siguientes:
1.- La política de las naciones u otras organizaciones políticas supranacionales no puede estar marcada por las corporaciones financieras internacionales o grupos de presión económicos. Esto es lo que está pasando en nuestro país y en la Unión Europea (en Estados Unidos ha pasado siempre), que está rectificando décadas de mejora del Estado del bienestar en pro de los intereses de la doctrina liberalista más radical. Soluciónense las tormentas monetarias, las especulaciones con la moneda, los ataques financieros contra los países en los mercados internacionales con la criminalización, captura y entrada en prisión de los responsables de los mismos. Por mi parte, me niego a ver cumplidos los vaticinios de los cómics futuristas que auguran un futuro controlado por multinacionales sin escrúpulos.
2.- El fondo de la reforma supone una regresión sin precedentes de los derechos de los trabajadores españoles: se amplían las causas de despido objetivo y “express”, limitando al tiempo su control judicial o administrativo, abaratando al máximo las indemnizaciones que, además, son pagadas en parte con dinero público, esto es, de todos los trabajadores (incluido el propio despedido!); se acaba de un plumazo con la estabilidad en el empleo; se priva de contenido a la negociación colectiva, dejando en manos del empresario la regulación de las condiciones de trabajo. Me niego a igualarme a los chinos en derechos laborales para que nuestra economía reciba el “placet” de los especuladores internacionales.
3.- El apoyo a las organizaciones sindicales. Con motivo de la huelga, la derecha más reaccionaria (que en nuestro país es casi toda) ha aprovechado para deslegitimar a los sindicatos. Los grupos mediáticos jotapedristas o similares (Mundo, ABC, Razón, Intereconomía), secundando a su lideresa natural (Esperanza Aguirre, que Dios confunda), han arremetido (embestido diría yo, pues atributos no les faltan) contra ellos con el único propósito de eliminarlos de la vida pública y, así, dejar las manos libres a los empresarios que les jalean. Encabezados por Díaz Ferrán (¡qué gran modelo!), están ansiosos por, libres de incómodos intermediarios y a través de la coacción más rastrera (con 4 millones de parados, a ver quién es el valiente que le dice que no a su patrón, que le puede echar por cuatro perras), hacer y deshacer a su antojo, convertir a los trabajadores en una fuerza de producción más, como la electricidad o las materias primas. Tristemente, hay trabajadores en nuestro país, curritos como yo, que dan pábulo a tales medios y se suman a los ataques contra las mismas organizaciones que son responsables del establecimiento de un salario mínimo, de una jornada laboral, de las vacaciones pagadas, de la prohibición del trabajo infantil en las minas, etc. Me niego a que el movimiento obrero, que ha pagado (hemos pagado) con miles de muertos en la lucha, quede acogotado por los explotadores de siempre.
4.- Efectivamente, así no, ZP. Yo no te he votado para que, al margen de lo prometido en tu programa electoral, me des esta bofetada en los morros. Los trabajadores no podemos pagar la crisis con la que se han beneficiado los que ahora también se van a beneficiar con las reformas del derecho laboral. No puedes ser tú también cómplice de los que llevan toda la historia de la humanidad abusando de sus congéneres, de esos que aprovechan cualquier situación para, primero, vaciarnos los bolsillos, después quitarnos derechos y finalmente, arrebatarnos la dignidad. Porque, ZP, se han reído de ti. Has hecho las reformas que quería la patronal y el PP, que ha pasado por esto sin mancharse y que, además, ahora se proclama desvergonzadamente como el partido de los trabajadores. Y, probablemente, te van a echar de la Moncloa. Por tonto. Yo, por mi parte, sé que poco puedo hacer para enmendar esta situación, pero hago huelga porque me niego a volver al siglo XIX sin, por lo menos, dar un puñetazo en la mesa.
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